¿Quién debe cuidar la puerta de nuestra ciudad?

El nearshoring está trayendo un boom excepcional en la inversión extranjera hacia Nuevo León No hemos dejado de hablar de la nueva Giga Factory de Tesla y detrás de ellos vendrán más. Los neoloneses debemos estar llenos de orgullo, de optimismo y de ganas de aprovechar las oportunidades económicas que se nos presentan. Sin embargo, también debemos preguntarnos cómo manejar y mitigar las consecuencias negativas de este crecimiento. Debemos preguntarnos ¿a quién dejamos entrar a nuestra ciudad?

¿Consecuencias negativas al crecimiento? ¿Existe tal cosa?

Por un lado, sabemos que la llegada de inversión extranjera es señal de optimismo, de progreso y de prosperidad. Los millones de dólares que se están invirtiendo en nuestro estado tienen y tendrán un impacto positivo en nuestra infraestructura, en la educación, en empleos y en nuestra economía. Sin embargo, debemos estar conscientes de los retos a los que ya nos enfrentamos, como altos niveles de contaminación, escasez de agua y el aumento en los niveles de tráfico, entre otros. Retos que, si no atendemos de inmediato, con estrategia y visión a largo plazo, sólo se irán agravando y sumando a otros.

Recordemos que, si las condiciones de vida se van deteriorando en nuestra ciudad, otro reto que tendremos que enfrentar es la fuga del personal calificado que buscará oportunidades de vivir en otros lugares donde sus familias puedan estar más sanas y seguras.

"Las empresas no toman decisiones, las toman las personas"

¿Pero, qué podemos hacer?

Algunos dicen que es responsabilidad del gobierno proteger a los ciudadanos y garantizar su derecho a vivir libres y sanos. Sin embargo, vemos que, aunque las leyes están ahí, el cumplimiento deja mucho que desear. El gobierno a nivel federal, estatal y local se ha quedado corto en hacer cumplir las normas de contaminantes, de manejo de residuos peligrosos, de manejo de aguas residuales, de seguridad, de transporte, etc. Debemos exigirles más.

Pero como ciudadanos, ¿qué nos corresponde? Al ciudadano en general le toca involucrarse en la política, vigilar y exigir a sus diputados locales y federales, salir a votar, salir a marchar y hacer su parte para que, en su casa, en su familia se contamine menos y se haga mejor uso de los recursos limitados que tenemos.

A las empresas… ¿les corresponde algo? 

Yo creo que sí. Cada vez más las tendencias de consumo benefician a las empresas que son responsables con su entorno y su comunidad. Los consumidores exigen más, sobre todo a las empresas transnacionales no sólo a ser transparentes sobre sus procesos operativos y su impacto ambiental, sino que también a ser proactivas en ir más allá de las normas dictadas por los gobiernos locales y reducir sus emisiones y contaminantes a los niveles que exige la comunidad internacional. Yo quisiera que cada vez más empresas actuaran de esta forma.

¿Y qué hay de las empresas que les brindan servicios a las manufactureras? En esta categoría considero yo que entramos los que nos dedicamos a bienes raíces industriales. Creo que tenemos un rol especial en elegir a quién queremos invitar a invertir en nuestra ciudad. En ver a quién le abrimos la puerta.

Recordemos que las empresas no toman decisiones las toman las personas. 
Si las personas que estamos involucradas en el proceso de atracción y de comercialización de espacios industriales tenemos un poquito más de visión a largo plazo, podríamos ser el primer filtro para seleccionar a las empresas más limpias, más transparentes, y aquellas que dejan a sus comunidades mejor de lo que las encontraron. Si corremos todo el proceso de due dilligence para asegurar la viabilidad de una operación comercial, ¿no valdría la pena correr un proceso que indagara sobre las prácticas ambientales, comunitarias y de eficiencia en recursos de las empresas que entrarán a nuestra casa?

Algunos dirán que esto no es nuestro trabajo. Otros dirán que, si no lo hacen todos, no vale la pena porque perderíamos negocio. Otros dirán que eso no es lo que les debe importar a las empresas y que deben enfocarse en maximizar utilidades. Yo pienso que, si todos pensamos y actuamos así, en pocos años nos quedaremos sin negocio y sin utilidades. 

Porque si los habitantes de la ciudad ya no pueden tolerar vivir aquí, ¿quiénes van a trabajar en estas grandes industrias que hoy invierten en nuestro estado? ¿De qué nos van a servir todas esas bodegas, fábricas y maquinaria, cuando nuestro aire ya sea demasiado venenoso para respirarlo? 

No tengo todas las respuestas, pero creo que, empezando con buenas preguntas, con apertura y ganas de buscar el cómo sí, podremos tal vez contribuir a mitigar esta situación alarmante y dejar un legado de prosperidad sostenible, aprendiendo de otras ciudades que han superado situaciones similares y buscando nuevas formas de enfrentar estos importantes retos.

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